Los hallazgos contradicen la creencia común de que la inducción en realidad aumenta las probabilidades de cesárea de una mujer
Las mujeres embarazadas en quienes se les induce el parto tienen un 12% menos de probabilidades de necesitar una cesárea que aquellas cuyos médicos utilizan un método de «esperar y observar», según muestra una nueva revisión de los datos, publicada en la revista “Canadian Medical Association Journal” (CMAJ).
Los hallazgos desafían la opinión común de que inducir el parto en realidad aumenta las probabilidades de que una mujer necesite una cesárea, señalaron los autores.
«Estos hallazgos muestran que la inducción es una forma de aumentar las probabilidades de parto vaginal», escribió un equipo dirigido por Khalid Khan, de la Universidad Queen Mary, en Londres (Reino Unido).
En el estudio, el grupo de Khan analizó 157 estudios sobre más de 31.000 nacimientos. La reducción del 12% en el riesgo de cesárea se observó en los embarazos a término o posteriores al término en que se indujo, pero no en los partos prematuros. Inducir el parto redujo las probabilidades de cesárea en los embarazos tanto de bajo como de alto riesgo, y también redujo el riesgo de muerte fetal y complicaciones en las madres.
Los investigadores también hallaron que el medicamento prostaglandina E2, que se usa ampliamente en Estados Unidos., Canadá y Reino Unido para inducir el parto, se vinculó con un menor riesgo de cesárea. Pero el uso de la hormona oxitocina, y la amniotomía, que también se usan comúnmente para inducir el parto, no redujeron las probabilidades de cesárea.
Según la información de respaldo de los investigadores, el parto se induce en alrededor del 20% de todos los nacimientos, por varios motivos. Pero aunque investigaciones anteriores han mostrado que inducir el parto reduce el riesgo de cesárea, muchas personas siguen creyendo lo contrario.
La revisión ofrece «una respuesta contundente a la contravertida pregunta del riesgo de cesárea asociado con la inducción del parto», concluyeron Khan y sus colaboradores. Creen que los hallazgos podrían ayudar a los médicos a decidir quién debe recibir una inducción y a explicar a las pacientes los beneficios y los riesgos de inducir el parto.
Otros expertos se mostraron divididos sobre los méritos del nuevo estudio. La Dra. Joanne Stone, directora de medicina materna y fetal del Hospital Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos), afirmó que la investigación es «extremadamente importante».
Apuntó que la mayoría de los estudios que han hallado unas tasas más altas de cesáreas en las mujeres que se han sometido a parto inducido han comparado a esas pacientes con mujeres que se someten a un parto espontáneo (no inducido), muchas de las cuales tenían factores de riesgo muy variados.
Pero el estudio de Khan comparó a las mujeres cuyos partos fueron inducidos con mujeres con unos perfiles similares de riesgo en el embarazo (el tamaño del feto, el momento de la gestación y otros factores), que no necesariamente habían sido recomendadas para una inducción. Eso hace que la comparación entre pacientes sea más precisa, aseguró Stone.
Pero la Dra. Catherine Herway, directora asistente de medicina materna y fetal del Hospital de la Universidad de Staten Island, en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos), cree que el estudio contiene fallas.
«La validez de este hallazgo es dudosa, ya que los resultados se juntaron de escenarios clínicos que cubrían un rango potencialmente alto de gestión obstétrica», observó.
«Se reunieron datos de estudios de 1975 a 2010, embarazos de 37 a 42 semanas de gestación, y de inducciones médicamente indicadas y optativas. Por tanto, hay que tener cuidado al interpretar los resultados de este estudio», planteó Herway.